“ Cualquier verdad ignorada prepara su venganza“
Tanto en la vida personal, el ejercicio profesional o en la compleja trama de las empresas, los problemas no son anomalías: son parte constitutiva de la experiencia. Lo que importa es cómo no paramos ante este tipo de situaciones. Gestionarlos reaccionando desde la urgencia o de forma proactiva es una elección.
Daniel Herlein
5/21/20254 min read


Tanto en la vida personal, el ejercicio profesional o en la compleja trama de las empresas, los problemas no son anomalías: son parte constitutiva de la experiencia.
Están y estarán, en cualquiera de sus formas, sea como conflicto, contratiempo, obstáculo, inconveniente, o un largo etcétera de hechos y circunstancias que impiden la consecución de nuestros fines.
Afrontarlos y solucionarlos de forma inmediata sería la forma ideal de actuar.
No siempre es así, ya que para resolverlo necesitamos ser conscientes de su existencia o, no hacer caso omiso de su presencia pensando que se disolverán por su propia dinámica o desaparecerán con el paso del tiempo.
En ese sentido, la provocadora cita de Ortega y Gasset nos alerta -y nos interpela- sobre aquellas situaciones problemáticas que, aunque presentes en la realidad, no vemos o decidimos no mirar, y qué de continuar ignoradas crecerá la magnitud de sus consecuencias y tarde o temprano reclamarán su lugar para ser resueltas.
Tres posturas ante el problema
Primero, debemos admitir la la posibilidad de que existen problemas que tal vez desconocemos o que no les estamos prestando atención.
A partir de allí, podemos repensar y diseñar la forma en que nos queremos relacionar con este tipo de circunstancias. Para ello puede resultar de utilidad adoptar una estructura que nos brinde perspectiva y nos permita eliminarlas, mitigar sus eventuales consecuencias o asumirlas conscientemente.
Una mirada estratégica que contemple este tipo de análisis puede moldear mejores decisiones, abrir posibilidades y, en última instancia, allanar nuestro camino de desarrollo y transformación.
A manera de invitación, para realizar un ejercicio de indagación y toma de acción propongo la siguiente clasificación de posibles posturas ante situaciones problemáticas:
1.- Los problemas que no sabemos que existen
En esta primera categoría se encuentran aquellos problemas que simplemente no hemos identificado y pueden manifestarse en diversas áreas de nuestra vida, como el trabajo, las relaciones personales o incluso nuestra salud.
En el marco de una organización, y en el ámbito específico de las relaciones con sus colaboradores, estos problemas pueden derivar -entre otras causas- de prácticas de gestión, riesgos no evaluados, incumplimientos legales o cambios normativos no incorporados. Estas causas, insertas en un ciclo de repetición acrítico signado por el “siempre se hizo así”, actúan de manera silenciosa hasta que en determinado momento generan situaciones problemáticas.
Con sorpresa ante la irrupción, nos sumimos en la urgencia y nos vemos obligados a actuar de manera reactiva.
En la práctica puede tratarse de una baja moral o un mal clima laboral, que no es percibido hasta que afecta la productividad o genera la fuga de personas valiosas, una falta de comunicación que da lugar a malos entendidos, que aunque no sean evidentes de inmediato, terminan erosionando la confianza y la colaboración, una carga de trabajo excesiva que deriva en ausentismo, una cadena de mando poco clara que genera ambigüedad en las responsabilidades, o incumplimientos legales que nadie ha advertido.
Desde el enfoque del compliance laboral, esta zona ciega es particularmente riesgosa. La falta de diagnóstico puede impedir la detección de desvíos respecto del marco legal o de las mejores prácticas, exponiendo a la empresa a altos índices de rotación, conflictos judiciales, multas o pérdidas reputacionales.
2.- Los problemas que sabemos que existen pero evitamos afrontar
Esta segunda categoría incluye aquellas situaciones de las que somos conscientes, pero que decidimos evitar. Ya sea para eludir el costo emocional o financiero de afrontarlos, o simplemente porque consideramos que pueden llegar a diluirse con el paso del tiempo. Sin embargo, ser indiferente ante un problema no lo hace desaparecer; por lo general lo empeora.
Aquí no hay desconocimiento del problema, sino omisión de su tratamiento.
Este tipo de inacción suele tener un alto costo: con el tiempo lo tolerable se transforma en insostenible.
Los vínculos se resienten, el clima laboral se deteriora y la confianza disminuye. Sin la intervención oportuna, aquello que comenzó como una señal menor, puede escalar hasta derivar en reclamos formales, conflictos colectivos o litigios que impactan en la reputación y sostenibilidad del negocio.
Desde la perspectiva del Compliance Laboral, reconocer el problema es apenas el primer paso. Lo relevante es que hacemos con ese conocimiento.
Reconocer y afrontar una situación problemática no siempre implica una solución inmediata, pero sí representa una valiosa oportunidad: la de evitar mayores daños, preservar relaciones clave y fortalecer la integridad de la organización.
3.- Los problemas que decidimos afrontar y resolver
Finalmente, llegamos a la tercera categoría: los problemas que decidimos enfrentar y resolver.
Esta decisión marca un punto de inflexión, es una decisión que representa mucho más que una respuesta operativa. Supone un compromiso con la mejora continua, la transparencia y la construcción de una sólida estrategia de prevención.
No se trata de evitar el problema, sino de usarlo como punto de partida para revisar, mejorar y evolucionar.
Una empresa que elige enfrentar activamente sus problemas laborales demuestra compromiso con sus trabajadores, solidez institucional y madurez cultural. Esta actitud se traduce en prácticas más transparentes, ambientes laborales más saludables y una mayor capacidad de adaptación en contextos cambiantes.
Afrontar los problemas no es solo una buena decisión, es una expresión clara de compromiso con la responsabilidad, la equidad y la prevención.
En este sentido, el Compliance Laboral es la herramienta concreta para transformar este compromiso en acción; un marco práctico que permite anticipar riesgos, ordenar procesos y construir relaciones laborales sanas y sostenibles.
Conclusión
En el ámbito organizacional, como en la vida, lo que no se enfrenta termina reclamando su lugar. Y, en materia laboral las “verdades ignoradas” -como dice Ortega- preparan su venganza en forma de reclamos, sanciones, mal clima laboral o pérdida de talentos.
Los problemas forman parte de nuestra vida y del día a día de nuestras organizaciones. Abrirnos a la posibilidad de que existan algunos que no estamos viendo o que estamos evitando afrontar, es el primer gran paso.
A partir de allí, mirar, reconocer y actuar ante los problemas, es elegir una forma de responder que puede determinar nuestro camino de crecimiento.
En el ámbito específico de una organización, integrar una cultura de prevención es una decisión estratégica que puede marcar la diferencia entre una gestión reactiva, tomando decisiones condicionados por la urgencia, y un enfoque proactivo que nos permita identificar, evaluar y gestionar riesgos antes que se conviertan en problemas reales.
